Hace unos días leía sobre las personas que trabajan en los submarinos. Su vida en un lugar reducido con muchas personas dentro pueden inspirarnos en estos días. Se dice que las rutinas diarias, el esfuerzo cotidiano por encontrar espacios de calma, la buena alimentación, los pequeños objetivos o retos, el deporte, el mantenimiento dentro de lo posible de una cierta normalidad ante una forma de vida atípica (ellos no ven si hace sol o no, si es de día o de noche…) favorece mucho la salud mental y física. Vale, eso ya lo sabemos desde hace ya unas cuantas semanas.
El caso es que hay otro asunto, que me pareció muy relevante. El primero fue el seguimiento de la regla del hoy por ti, mañana por mí. Los confinamientos provocan que vivamos las emociones de un modo más intenso. Es normal que el tiempo nos pese, la exigencia con la vida laboral si es que seguimos teniéndola nos asfixie, las tareas de nuestras hijas e hijos que necesitan mucha atención… En definitiva, el estrés que provoca lo traumático de este retiro forzoso sin pensar en los miedos y las incertidumbres que nos acechan.
Cuando todo nos molesta, saltamos a la primera de cambio y ello provoca auténticas espirales en las relaciones personales. Por ello lo de hoy por ti y mañana por mí. Con esta máxima se asume que no siempre se tiene la razón y que hay ocasiones que toca ceder.
Otro paso del que se hablaba era el aumentar la flexibilidad hacia uno mismo y hacia el resto. Flexibilidad en las exigencias diarias.
Todo pasa y esto pasará. No se va a fundir el universo de momento así que es interesante bajar el nivel de exigencia y afrontar esta calamidad sin demasiados destrozos. Lo de siempre: aprender de las situaciones que la vida nos va poniendo en el caminito. En el pasado no tan lejano, nuestros abuelos y bisabuelos vivieron situaciones muuuuucho más complicadas y ahí estuvieron o siguen estando. Con su experiencia, con su mirada de supervivientes.
Pronto podremos salir aunque sea un poco. Lo celebraremos como un milagro. Apreciaremos un paseo al lado de casa como el mayor de los regalos. Ahí también hay aprendizaje.
Mucho ánimo y recuerda, todo pasa. Todo se transforma.